Desde una perspectiva compleja de la realidad, debemos desarmar los conceptos para comprender su transversalidad en nuestro cotidiano. Las palabras construyen mucho más sentido que su propia definición y, a la vez, permiten jugar con combinaciones quizá impensadas para abrir nuevos paradigmas. Es tal el caso de la espiritualidad social , un modelo de abordaje aún poco desarrollado y que ya es sostén de múltiples prácticas académicas, técnicas, profesionales y de oficio a la hora de elaborar acciones colectivas. Pero comencemos primero definiendo los conceptos individuales que componen el título de esta idea. Hablar de espiritualidad en estas épocas es prácticamente moneda corriente, ya todxs conocemos de qué trata o, al menos, hemos escuchado gente cercana que la practica o se dedica a ciertas técnicas o ramas. La espiritualidad es el desarrollo de la consciencia, es el reencuentro con nuestra condición álmica, es recordar nuestra esencia como energía y en unidad con el todo....
Hace un tiempo, en historias de instagram, compartí parte de mi proceso de aprendizaje de ese momento: la insatisfacción, la dificultad para relajarme y disfrutar del lugar que habitaba. A raíz de eso, muchas personas me escribieron compartiendo también sus procesos similares. Varios testimonios publiqué en historias y otros quedaron en la intimidad del chat. De cada mensaje, rescaté una frase o una idea. Y quiero, en este texto, desarrollarlas un poco para desentramar las redes que se tejen cuando nos invade la insatisfacción y la necesidad de control. ¿De qué hablamos cuando hablamos de sostenernos, de entrega y rendición; de pasos livianos, de elecciones conscientes que nos generan malestar; de nutrirnos y putear? Bueno, acá les cuento un poco mi perspectiva de todo eso. Empecemos! · “De algo nos estamos protegiendo” En ocasiones, sentimos que nuestra mente no comprende los procesos que estamos transitando. Nos ...