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¿Qué es la espiritualidad social?




Desde una perspectiva compleja de la realidad, debemos desarmar los conceptos para comprender su transversalidad en nuestro cotidiano. Las palabras construyen mucho más sentido que su propia definición y, a la vez, permiten jugar con combinaciones quizá impensadas para abrir nuevos paradigmas. Es tal el caso de la espiritualidad social, un modelo de abordaje aún poco desarrollado y que ya es sostén de múltiples prácticas académicas, técnicas, profesionales y de oficio a la hora de elaborar acciones colectivas. 


Pero comencemos primero definiendo los conceptos individuales que componen el título de esta idea.

Hablar de espiritualidad en estas épocas es prácticamente moneda corriente, ya todxs conocemos de qué trata o, al menos, hemos escuchado gente cercana que la practica o se dedica a ciertas técnicas o ramas.

La espiritualidad es el desarrollo de la consciencia, es el reencuentro con nuestra condición álmica, es recordar nuestra esencia como energía y en unidad con el todo. 


La espiritualidad integra muchos aspectos de la vida (físico, emocional, ocupacional, intelectual y racional) y está claramente asociada a la creatividad, al juego, al amor, al perdón, a la compasión, a la confianza, a la sabiduría, a la fe y al sentimiento de unidad. La espiritualidad puede entenderse como un crecimiento interior, una iluminación, la superación de los engaños internos, una dinámica de sabiduría y de higiene mental. La dimensión espiritual da forma a las decisiones y a las acciones que realizamos a lo largo de la vida.

Enric Benavent Vallès. Espiritualidad y educación Social. Editorial UOC. 2013


Practicar la espiritualidad refiere al despliegue de herramientas y recursos que nos permiten descubrir el sentido de la vida, el propósito de nuestra existencia y nos acompañen a responder las preguntas eternas de “¿de donde vengo y a donde voy?”. La espiritualidad, en este caso, es una guía amorosa que, desde diversos y múltiples instrumentos, nos brinda respuestas, claridad y armonía para transitar la vida con más calma, paz, serenidad y gratitud. 

Al día de hoy, encontramos una gran abanico de herramientas para la práctica espiritual que se presentan en todos los formatos y para todos los gustos, con distintos orígenes y fundamentos: registros akáshicos, runas, astrología, medicina china, yoga, mantras, meditación, limpiezas energéticas, reiki, cuencos tibetanos, rezos y lecturas, kin maya, tantra, diseño humano, tarot, péndulo, rituales, chamanismo, círculos de mujeres, plantas medicinales, constelaciones familiares y múltiples experiencias que tienen siempre un único objetivo en común: volver a unx y al reencuentro con la verdad del espíritu.

Lo cierto es que, con el pasar de los años y con el evidente atravesamiento del contexto económico y político, la práctica espiritual se volvió un consumo más del capitalismo salvaje; se tornó en una instancia más de competitividad y, por supuesto, de individualismo. 


El paso de las grandes religiones tradicionales a las nuevas espiritualidades se produce en un contexto social global de desplazamiento en las relaciones de poder que se reflejan en el progresivo afianzamiento de la creencia en el potencial individual, la subjetividad y la autoridad interna frente a la externa.

Mariola Bernal Solano. Espiritualidad en Ciencias sociales y Salud: Genealogía y usos de un término. Estudios Eclesiásticos,, vol. 97, núm. 381-382, septiembre 2022,


Cada vez más las ofertas espirituales tienen que ver con una exploración solitaria y se fue generando una necesidad de consumo irracional buscando respuestas que luego no lograban trasladarse al plano de lo concreto. En un juego macabro con la desesperanza y la incertidumbre, el peligroso mercado de los gurúes comenzó a vender cursos, talleres, libros, programas y productos para que tu vida sea mejor y se resuelvan todos los problemas. Pero siempre faltaba un cursito más, un oráculo nuevo, una masterclass innovadora. Siempre sale algo que parece novedoso y que hay que adquirir para estar “en la moda”, o para transitar más rápido una carrera hacia no sé dónde, que nadie nos dijo que teníamos que correr.

Los resultados de esto (sumado a muchísimas variables personales y de contexto) son personas con ansiedad, depresión y extremos niveles de soledad y angustia. Porque nos comimos el verso que para elevar nuestro espíritu teníamos que hacerlo en el rinconcito más oscuro y silencioso de nuestra casa, en total vacío y silencio. Y sí, ahí encontrábamos un poquito de paz; pero luego, afuera, el mundo. Y todo se volvía más complejo, tedioso y nada de lo que pasaba en la sociedad tenía que ver con esa paz de ese rinconcito oscuro de nuestra casa. Entonces siempre buscábamos volver a él, llegamos a sentarnos con la luz tenue, los ojos cerrados y la musiquita de fondo y todo se llenaba de armonía, paz y gloria. Pero era una paz que no podíamos sostener cuando alguien golpeaba la puerta o nos llamaban porque necesitaban de nosotros.


La espiritualidad se volvió el arma más letal para la vinculación social. 


Cierta vida interior superficial, en la que demos espacio a la oración y meditación, hace a veces alejarse de compromisos sociales y políticos a los que somos llamados por los acontecimientos históricos en que estamos inmersos, a mirarlos desde lejos, como si no nos concernieran, creyendo falsamente que nuestra vida real se está desenvolviendo más allá de los avatares de la contingencia.

Luis Razeto. Espiritualidad y acción social: entre el verticalismo y el horizontalismo, Polis, 8 | 2004


Nos separamos, nos aislamos, nos encerramos y nos creamos un mundo de brillitos que no es real, y eso genera dolor, frustración y angustia. Y ante la angustia, buscamos qué nuevo curso podemos hacer para gestionar mis emociones, yo sola, conmigo. Como el título de un libro que leí hoy “Sé tu propio terapeuta”. Ya ni eso creemos que necesitamos, ni siquiera la mirada profesional de un otrx para que nos acompañe en el tránsito de nuestras crisis vitales.

Todo lo podemos solxs, todo lo podemos.

Esta concepción no es más que un producto más del capitalismo y de esa misma “necesidad” de comprar el celular último modelo porque ya el que te compraste hace 7 meses quedó obsoleto. Es igual, pero con nuestra alma. Pareciera que nada es suficiente, pareciera que nunca somos suficiente, que siempre nos falta algo, que siempre estamos quedando atrás. Y eso nos destierra de nosotrxs y nos excluye del entorno donde somos.

Claramente hay prácticas espirituales y personas que ejercitan su espiritualidad con plena conciencia, humildad y desde motivaciones e intenciones genuinas y coherentes con fuerte compromiso social. Pero no es lo que en general vemos, escuchamos o experimentamos.


Somos en contexto, somos seres sociales, somos personas transitando este plano por un tiempo cortito. Sí, también somos alma que encarna vida tras vida diversas experiencias llevándonos hacia estados más evolutivos de consciencia hasta que finalmente podamos volver a la luz, a nuestro hogar. Pero vos, quien está leyendo esto y yo, quien estoy escribiendo, somos personas de carne y hueso, rodeadas por un entorno social, político, económico y cultural. Entonces, practicar la espiritualidad sin tener en cuenta todo eso, duele. Ni más ni menos. 

Lo social es un constructo humano desarrollado a lo largo de la historia, un sistema donde unxs colaboran con otrxs en favor de un bien común: la supervivencia. En las sociedades cada grupo de personas cumple una determinada función, según su marco de organización, en pos de sostenerse mutuamente con vida. Es así como algunxs se ocupan de la economía, otrxs de la agricultura, otrxs de la construcción, otrxs de las leyes, otrxs de la provisión de servicios básicos, otrxs de la política, otrxs de los cuidados, etc, etc. Funcionamos como engranajes de una maquinaria mayor y comprender eso también es entender la unidad espiritual. No solo somos uno por las vibraciones energéticas que nos vinculan en un plano sutil, somos uno porque operamos constantemente para el sostenimiento de la vida humana. ¿Qué pasaría si el sistema financiero mundial dejara de funcionar? ¿Qué pasaría si todxs lxs productores de alimentos del mundo dejaran de producir? ¿Alguna vez pensaste en eso? Quizá no, porque lo tenemos naturalizado. Vamos al supermercado, agarramos el tomate y lo pagamos. Pero no se nos ocurre hacer consciente el entramado gigante de personas humanas que existe para que nosotrxs podamos ir a un supermercado, agarrar un tomate y pagarlo. Y mucho menos se nos ocurre hacer consciente que en ese entramado de personas hay algunas que tienen un montón de recursos y hay muchísimas más que son profundamente explotadas para que el tomate esté donde tiene que estar.


Si transitamos el mundo en nuestro pedo espiritual, sin tener en consideración todas estas variables, todos estos condimentos de la vida en sociedad, realmente, ¿cuál es la motivación de nuestra práctica?


Entonces, es necesario y urgente amalgamar estas dimensiones conceptuales que se han separado de su verdadero origen, reunir estas ideas que parecen contradictorias o distantes. Es importante que podamos ejercer nuestro derecho a practicar una espiritualidad consciente y genuina sin escindirnos del entorno social que somos y que nos conforma. Es importante darnos cuenta de cuán responsables somos ante lo que estamos aportando al mundo, de cuánto alivio podemos producir en otrxs, de cuánta colaboración tenemos para ofrecer a lxs demás, de cuán valioso es lo que tenemos para dar y cuánto nos animamos a recibir de la otredad para nuestra propia transformación.


La política como acción espiritual -nivel en que se constituye efectivamente como un bien social- requiere e implica superar los intereses individuales y particulares para alcanzar una perspectiva global. Ello es en su esencia misma un proceso de simplificación espiritual y universalización de los hombres que la ejercitan.

Luis Razeto. Espiritualidad y acción social: entre el verticalismo y el horizontalismo, Polis, 8 | 2004



Entonces, la espiritualidad social es una concepción filosófica respecto a cómo transitar la vida:

  • Es habitar el mundo con una consciencia despierta sobre nuestro presente, sobre quiénes somos y qué queremos ser, sobre nuestros procesos personales, la gestión de nuestras emociones y la sanación de nuestras heridas; es el camino mediante el cual intentamos encontrar sentido a la existencia sin perder nunca la mirada sobre el contexto socio-político que nos atraviesa y nos condiciona. 

  • Es vivir la vida desde una práctica espiritual con presencia, en apertura y en unidad al todo, sin dejar de comprender que estamos hechxs de otrxs, que lxs demás conforman nuestra existencia, que no seríamos quienes somos si no fuera por los vínculos que hemos tenido y tenemos a lo largo de la vida; y que tenemos un compromiso colectivo como habitantes de este mundo

  • Es saber que practicar la espiritualidad no tiene que ver únicamente con meditar, cantar mantras, hacer yoga, leer escrituras budistas, rezar y agradecer a los elementos de la naturaleza. Sí, todo eso es y puede ser mucho más o mucho menos, también. El ejercicio de la espiritualidad no depende de cuánto hagas sino de cuán consciente y genuina se la práctica y, principalmente, de cuáles sean las motivaciones que te invitan a realizarla.


La sociedad desarrollará su profunda riqueza espiritual si constituye una verdadera comunidad internamente comunicada y simplificada en sus relaciones sociales. La plena realización de la sociedad humana la habremos alcanzado cuando hayamos construido una sociedad solidaria, una Civilización del Amor. En ella la economía, la política, la cultura, las ciencias y todas las dimensiones de la vida estarán unidas y serán de todos. (...) Aunque esta sociedad perfecta no podremos realizarla nunca en plenitud, podemos avanzar hacia ella mediante opciones y acciones consecuentes. Integrar la espiritualidad y la acción social, tanto en la vida personal como en las familias, en las organizaciones y comunidades, en las localidades y en las naciones, constituye el camino más seguro, por el que podemos avanzar.

Luis Razeto. Espiritualidad y acción social: entre el verticalismo y el horizontalismo, Polis, 8 | 2004


Fundamentalmente la concepción socio-espiritual radica en que esta práctica no se torne individualista, solitaria ni egoísta; que todo lo que realice sea para un objetivo común, para un bien general, para contribuir al desarrollo de sociedades más empáticas y compasivas. No medito para encontrar únicamente mi paz, sino para que, en el encuentro con mi paz, pueda relacionarme cada vez mejor con lxs demás y que eso produzca en mí y en otrxs nuevas formas vinculares que tengan que ver con la bondad, el respeto, la ternura y el cuidado mutuo. 


La espiritualidad social es la práctica consciente 

de aprender a tratarnos mejor.


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