Vínculos, Expectativas y Límites

Observamos a lxs otrxs desde el lugar de nuestra herida infantil y buscamos, inconscientemente, que cada vínculo significativo en nuestra vida llene esos vacíos que se fueron generando en nuestra niñez.

Depositamos en lxs demás expectativas, roles y exigencias y, cuando esas personas simplemente viven su vida sin tener idea de nuestros intereses sobre ellxs y en ese vivir su vida se “alejan” de lo que esperamos, nos sentimos defraudadxs, solxs y abandonadxs nuevamente. No hay manera que el otrx cumpla con mis propias expectativas, porque solo están en mi mente, porque vienen de mis dolores, porque vienen del deseo de que alguien me dé lo que me faltó. Y eso, solo puede recuperarse entendiendo cuál fue la falta, el dolor y comenzando a otorgarme yo mismx aquello que sea que necesite.


El otrx es un otrx en todo sentido, se mueve en la vida, también, desde sus propias heridas. Lo que hace o deja de hacer no debiera estar cargado de nuestras propias faltas, expectativas y deseos. La única decisión que puedo tomar cuando algo que espero no se cumple y me provoca dolor es abrirme al diálogo sobre lo que me está ocurriendo, abrirme a la comunicación asertiva y animarme a decir:


-¿Sabés qué? Espero de vos ESTO y me genera mucha frustración no recibirlo. ¿Me ayudás a pensar como resolverlo juntxs?


Si elijo relacionarme con alguien, lo hago comprendiendo quién es, entendiendo que tiene su propia historia (también cargada de faltas y heridas) y que las cosas que haga o deje de hacer no tienen que ver conmigo sino con él/ella.

Cuando me tomo las conductas de lxs demás como algo personal, tengo que revisar a qué me recuerda eso, qué herida se reactualiza en mí, que me muestra de mi historia personal, con qué otras personas de mi infancia me pasó algo similiar a esto que hoy me genera dolor.


En la medida en que yo me valoro, me cuido, me doy amor y me respeto, esa energía se vuelve contagiosa y voy a ir atrayendo personas en mi vida que resuenen del mismo modo.

Claro, vivimos en una sociedad y podemos cruzarnos con cualquier heridx por ahí que busque intencionalmente generar daño. De ahí, me cuido, pongo límites y me corro. Pero hablando de vínculos cotidianos, amorosos, vulnerables, sensibles y, por sobre todo, elegidos; vínculos que me importan y me hacen crecer, si lo permito serán espejo de mi propia evolución. Serán espejo del reencuentro con mi propio amor.


También hay vínculos en nuestra vida que no elegimos y tampoco podemos tomar tan fácilmente la decisión de alejarnos, como algunas personas de nuestra familia, por ejemplo. En esos casos, es importante poner límites, saber construir mi propio lugar de seguridad, saber hasta dónde les permito llegar y qué cosas ya no me corresponden o elijo no compartir.


Aprender a poner límites sanos en los diferentes ámbitos de nuestra vida, es un desafío al que no estamos acostumbradxs. Es un camino que puede resultar vertiginoso e, incluso, sentir que estás “fallando” a otrxs.

Poner límites, por el contrario, tiene que ver con conocerte, respetarte, encontrarte a vos mismx y saber hasta dónde podés disponer de tu energía y cuáles son las barreras que ya elegís no traspasar.

Nuestro límite se rompe en las zonas de dolor y es por ahí donde permitimos que otrxs accedan porque nuestrx niñx heridx sigue buscando eso que le faltó.

Nuestro límite está roto en ese lugar donde nos duele, en esa herida primaria de la infancia, en nuestra zona sensible. Es el lugar por donde podemos dejar entrar la luz y hacer escapar la sombra, si nos animamos a transitar el proceso de sanación al cual nos invita la vida.


“Quien se reconcilia con sus límites y se maneja afectuosamente con ellos, tendrá una vida exitosa y experimentará felicidad”

Anselm Grün


Nos dejamos drenar por la herida abierta y permitimos que nos aborden por esa misma puerta. Donde alguien ve un espacio vulnerable de ingreso, donde alguien interpreta que por ahí hay vía libre, donde alguien descubre que ese peaje no hay que pagarlo, se mete, irrumpe, atraviesa. Y es ahí donde el dolor se reactualiza, la herida vuelve a doler cuando se quiebran mis bordes. Nos relacionamos así continuamente, nos atraemos como imanes según lo que nos espeja la herida del otrx. Porque cada vínculo viene a mostrarnos algo que tenemos que trascender de nuestra propia historia.

Para reconstruir mis límites, es preciso convertir mis heridas en cicatrices. Poder sanar e integrar para que ese espacio deje de estar abierto, para que pase a ser una partícula sagrada de mi ser que nunca nadie más vuelva a tocar si yo no le permito.


La herida la abro con quien sé que

puede ayudarme a curar.


Comentarios

Publicar un comentario