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Descanso, productividad y trauma



Antes de comenzar a leer, te propongo que te sirvas algo rico, pongas musiquita que te relaje y te sientes en un espacio cómodo y tranquilo, para leer a consciencia y sin apuros.

Si sentís que así como estás, estás bien, adelante!


Quiero comenzar diciendo que el descanso es un derecho conquistado, porque partiendo de esa base nos representa una mayor legitimidad a la hora de reclamarlo, honrarlo, exigirlo y practicarlo.

El artículo 24 de la Declaración de los Derechos Humanos, dice:

“Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas”.


A su vez, el descanso es un determinante en nuestra salud mental, influye en nuestro ánimo, nuestras emociones, nuestras energías, nuestra predisposición o voluntad para accionar tareas, en nuestro humor y nuestra percepción de la realidad.

Además, incluso se dice que un buen descanso es complementario a la productividad, porque cuanto más calidad de tiempo libre, ocio y placer puedas tener, mayor vitalidad tendrás luego para cumplir con las tareas que te corresponden, ya sean en el hogar o en el trabajo.

La ciencia también asegura que el descanso es necesario para la regeneración de las células, la recuperación de la energía y la reducción de las hormonas del estrés, previniendo así múltiples enfermedades cardíacas, por ejemplo.


Entonces, con estos postulados podríamos tener todxs en claro que es necesario y prudente descansar. Pero, ¿qué nos sucede que, la mayoría del tiempo, no logramos conectar con la posibilidad de bajar el ritmo y entregarnos al dolce far niente (el placer de no hacer nada)?

Un artículo publicado en medio de la cuarentena, en una página de viajes, nos cuenta cómo desde Italia se contagia esa idea del disfrute de no hacer nada, sumando al debate las enormes dificultades con las que nos encontramos lxs argentinxs cuando buscamos esas pausas en el siglo XXI.

Veamos.


La idea de productividad es una construcción socio-histórica que proviene de la necesidad de generar bienes para el consumo y para el excedente. A mayor excedente, mayor ganancia de capital para lxs propietarixs de las tierras y las grandes industrias.

De manera inconsciente, todxs, de algún modo corremos tras esa misma carrera. Nos llevan, nos empujan, nos obligan. Desde las publicidades, el consumo de redes sociales, las manipulaciones mediáticas, la generación de “nuevas necesidades” y múltiples variables que son construidas intencionalmente para que creamos que desde nuestra “libertad” elegimos siempre tener más para “estar mejor”.


Lindo sería, revisar la historia de nuestrxs ancestros y chequear cuántos bienes de consumo tenían, con cuánto dinero contaban y cuánto de todo esto era reflejo de su bienestar o felicidad. Sí, claro, las sociedades avanzan y para sentirnos parte de un todo mayor, vamos en busca de los objetos preciados de última moda. En la última década ha sido, por ejemplo, el iphone uno de los elementos de status social. Parece que tener un celular de cierta marca en la mano, te brinda una categoría especial que te diferencia del resto. Aunque lo pagues en cuotas, aunque te endeudes para tenerlo, aunque, incluso, no te funcione como esperabas.


Tener ese iphone o cualquier objeto que represente la sensación de “ser parte de algo mayor”, va a requerir de tu esfuerzo permanente por trabajar y generar más y más recursos. Porque a más bienes de consumo, más dinero necesitarás.


Ahora, ¿qué tiene que ver todo esto con el descanso? Pues, supongo que ya te habrás dado cuenta. El sistema capitalista, extremadamente productivista, nos lleva de manera atolondrada a una vida de constante acción, tarea, producción y consumo con el único objetivo de obtener más recursos; mientras que, a su vez, se producen excedentes que siguen enriqueciendo a lxs más ricos.

No hay tiempo para el descanso si quiero el iphone, la casa, el auto, la moto, la plataforma de películas, las vacaciones en el mar para tener un par de historias de instagram en el verano, el último curso holístico cotizado en dólares, y así. Cada unx lo que sienta que “necesita”. Insisto, a pesar de que todo eso implique endeudarnos y acumular más y más trabajo a futuro. Porque, luego, siempre vendrá otro nuevo objeto de consumo que desearemos poseer y nos seguirá inhabilitando el descanso.


¿Y si en vez de desear cantidad de objetos materiales, comenzamos a desear calidad de tiempo?


Esto no se trata de revelarnos contra el “sistema” y proponernos no consumir nunca más bienes ni servicios. Seamos coherentes.

El planteo aquí es poder registrar cuánto de lo que tenemos es por propio deseo y cuánto tiene que ver con mandatos impuestos de una construcción socio-histórica que nos habilita (exige) a pertenecer a ciertas clases sociales, ciertos status económicos, ciertos grupos, ciertos roles. Porque solo entonces, con esa información, podremos permitirnos un descanso verdadero. Sabiendo de dónde proviene mi exigencia productivista y mi "necesidad de consumo" podré elegir cuándo y cómo bajarme de la carrera.


Lejos está este artículo de ofrecerte un listado de “tips” para el descanso. Para eso, hay muchas otras páginas; podés googlear “cómo descansar” y te van a salir cientos de consejos prácticos.

Lo que yo considero es que, hasta tanto no comprendamos de dónde proviene esa imposibilidad para conectar con el descanso, poco útil podrá ser cualquier sugerencia que lo único que busca es, de nuevo, exigir un modo de ser para todxs igual.


Ahora bien, ¿solo hace falta entender cuáles de mis bienes de consumo son de deseo propio y cuáles impuestos por mandatos socio-familiares? No.

Además de identificar ese patrón colectivo de comportamiento, también es necesario entender mis propios traumas individuales. Sí, acá se pone un poco más espesa la cosa. Pero, de nuevo, creo que es el camino necesario para una verdadera transformación.


En algún momento de nuestra primera infancia (hasta los 7 años aproximadamente) habremos vivido cierta situación traumática, en la cual la energía de huida o ataque quedaron impregnadas en nuestro comportamiento celular para la supervivencia.

Una situación traumática es cualquiera que suceda de manera imprevista, que resulte sumamente estresante, que nos encuentre solxs y sin posibilidad de resolverlo. Ya sea desde un abuso sexual, una fuerte golpiza, un reto desmedido, un abandono circunstancial, una desaparición total, un duelo impactante, maltrato psicológico persistente, hasta cualquier situación de alto nivel de estrés dentro o fuera del grupo familiar.


En ese momento, según nuestras herramientas disponibles y los recursos simbólicos y humanos al alcance, habremos tenido más o menos posibilidad de integrar y liberar esa energía traumática. Probablemente, si aún recordás de qué trata, si aún tenés registro de cuál fue ese hecho específico, seguro sea un dolor que todavía perdura y te mantiene en alerta.


“El trauma no es una historia sobre lo que te ha pasado,

sino un residuo que vive en tí”

Dr. Bessel van der Kolk.


Podemos hablar más específicamente de traumas en otro artículo. Si te interesa, dejame dicho en comentarios. Ahora, continuemos con el descanso.



Entonces, ante una situación traumática, el cuerpo guarda un cúmulo de energía que prevalece enquistado durante toda nuestra vida y se manifiesta en síntomas, dolores, comportamientos irracionales o en situaciones externas de conflicto; como también en evasión, consumo problemático y conductas de disociación.

Esa energía es la que, probablemente, no nos esté permitiendo descansar. ¿Por qué? Porque descansar, para el cerebro implica “bajar la guardia” y eso podría significar un “peligro” (un campo habilitado para una nueva situación traumática).


Ahora bien, cuando conectamos realmente con el descanso, le damos al nervio vago la posibilidad de la restauración. La vagotonía es un proceso por el cual, el sistema nervioso recupera su estabilidad, su calma y su armonía. Es un momento de descanso profundo, donde el cuerpo se aquieta y todo se frena por un tiempo. 

Ángeles Wolder Helling dice en su libro “El arte de Escuchar el Cuerpo”


La vagotonía activa el sistema de recuperación biológica “cuando se resuelve el conflicto que ha puesto en tensión a la persona. Ralentiza las actividades fisiológicas respiratoria y cardíaca; también lo hace con el pensamiento, restablece la energía corporal y facilita las actividades necesarias para la supervivencia, como digerir, eliminar o mantener una relación sexual, al tiempo que permite que los tejidos dañados se reparen. Para que se realicen estas funciones, lo que el cuerpo necesita es reposo y nutrientes y para procurarlo el sistema nervioso parasimpático ha previsto la sensación de cansancio, sueño y hambre. La naturaleza es maravillosa. Nuestro cuerpo tiene todo lo necesario para funcionar perfectamente si sabemos escucharlo”.


¡Chan!, y ahí está la cuestión: saber escuchar el cuerpo. ¿Cuántas veces estamos cansadxs y seguimos igual? ¿Cuántas veces tenemos hambre y nos salteamos comidas por estar apuradxs? ¿Cuántas veces, incluso, necesitamos ir al baño y lo posponemos por estar enganchadxs con alguna tarea?


Entonces, cuando no prestamos atención al cuerpo, a su necesidad de descanso para la restauración del sistema nervioso; cuando eso se vuelve crónico y persistente; cuando nuestra negación sobre el descanso es tal, entonces el cuerpo va a pedir un parate un poco más fuerte. Comenzará con algunos síntomas leves: dolor de cabeza, mareos, malestar estomacal, contracturas. Y, en tanto sigamos tapando esos síntomas con pastillitas para seguir funcionando, se volverán más crónicos y ¡zacate!, saltará alguna enfermedad. Que no viene más que a pedirnos un momento de descanso y restauración. Sí, las enfermedades vienen a sanarnos.


Sin embargo, todxs sabemos que cuando descansamos, nuestra mente sigue activa. A veces, demasiado activa y eso es lo que nos incomoda y nos abruma. Y, entonces, con tal de no escucharla, volvemos a sumergirnos en alguna actividad que nos disocie o nos "entretenga".


Pero ¿por qué nuestra mente sigue tan activa cuando queremos descansar? ¿por qué no puedo silenciar un poco mis pensamientos? ¿cómo voy a descansar con una mente tan bulliciosa?

El cerebro es una máquina en constante movimiento energético. Si venimos de un día de trabajo super atareado o con muchas preocupaciones, tareas pendientes, proyectos en proceso, de reuniones con diversas personas y nos queremos relajar, probablemente nuestro cuerpo se desparrame en el sillón y nuestra mente sea un subte en hora pico. Porque el cerebro sigue funcionando con la misma carga energética que funcionó durante todo el día y le requiere más tiempo bajar las revoluciones. Recordemos que la mente es un órgano de costumbre y cuanto mayor actividad le demos, en mayor actividad permanecerá. Por eso es importante incorporar pequeños momentos de descanso a lo largo del día y no solo al terminar la jornada; de esta manera acostumbraremos al cerebro a entrar más rápido en estado de relajación.

Entonces, para que el cerebro pueda desacelerar es necesario estar en comunicación con él. Decirnos a nosotrxs mismxs “ahora voy a descansar, voy a disfrutar este momento, voy a dejar los pensamientos de lado, voy a dejar las preocupaciones para mañana”, o lo que sientas. Y vamos a acompañar esas frases con respiraciones profundas y conscientes que oxigenen el cererbo y liberen la carga energética activa.


Al final sí te estoy dando tips, jaja. Pero estos tips no servirán si antes no revisás lo que mencioné primero: el origen de tus bienes de consumo y el origen de tu herida traumática.

Una vez que identifiques esos patrones, vas a poder entrar en contacto con el descanso de una manera mucho más liviana y coherente con vos.


Descansar es cualquier cosa que a vos te conecte con la relajación, el disfrute, el no hacer nada o hacer actividades de ocio y placer. Incluso durante tu día de trabajo, tomarte momentos de silencio, de caminatas, de respiración, de lectura, de contemplación. Descansar será un encuentro íntimo, un espacio de ternura, paciencia y amor para vos mismx.


Descansar, en definitiva, es brindarnos un momento de reparación y sanación; es una práctica preventiva a cualquier posible manifestación sintomática; es decirle al cuerpo “te escucho y te respeto”; es entender que necesitamos pausas para poder seguir (lo que para vos signifique seguir); y es saber con humildad y amor que si nosotrxs no frenamos por nosotrxs mismxs y si no nos brindamos estos espacios de restauración, descanso y placer, nadie lo hará por nosotrxs. Es un acto de revolución y revelación, necesario y urgente.


El tiempo es finito y nuestro cuerpo también.

Nos merecemos descansar ahora, no después.


 Natalia Massaferro


Comentarios

  1. Muy bueno nati! Siempre sufrí el no poder disfrutar el tiempo de ocio por pensar que estoy siendo improductivo. Hoy sanando eso. Me dejaste pensando con eso del trauma, me interesa leer más si es posible. Gracias. Juan

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