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Gestión emocional y decodificación de síntomas


Voy a hablar de gestión emocional y síntomas físicos desde un plano de generalidades.

Si crees que lo que voy a describir acá no te pasa en absoluto, está bien.


Cuando de expresar emociones hablamos, podríamos decir que hay dos grandes bandos: quienes expresamos mucho todo, todo el tiempo lo que nos pasa; y quienes prefieren reservarse sus procesos emocionales y transitarlos más en silencio.

Dentro de estos dos grandes grupos hay mil variables y excepciones, claro. Y también, por supuesto, hay una construcción socio-histórico-cultural. No nos expresamos igual lxs latinoamericanxs, que lxs europexs, por ejemplo.


Pero vayamos a lo más crudo y a lo más general. Vamos a dividir esto, entonces, en dos:

  1. Quienes expresan por demás

  2. Quienes expresan por de menos.


Hablando siempre de lo emocional, ¿cierto?


Antes quiero mencionar un poco qué son las emociones: reacciones químicas en el cerebro. 

La emoción proviene de la interpretación que hacemos del entorno. Tal hizo tal cosa, lo interpreto y me enojo. Me sucedió tal otra, lo interpreto y me da felicidad. A fulanita le paso esto, lo interpreto y me da rabia. Aquel otro me dijo algo, lo interpreto y me dan nervios.

Así con todo. Las emociones provienen de nuestras INTERPRETACIONES que son el conjunto de creencias, juicios, mandatos y postulados que tenemos sobre la vida. Una vez activada la interpretación, las emociones se manifiestan como reacciones químicas en nuestro cerebro.

¿Qué significa esto? Que como energía química quedan en nuestro cuerpo más tiempo del que pensamos. A veces, creemos ya haber transitado la emoción, ya la aprendimos y la soltamos, pero nuestro cuerpo quizá va a seguir manifestando síntomas relacionados a ella por algunas horas o días más. Esto dependerá de nuestra gestión y nuestra conciencia al respecto.

Por eso, es importante, reconocer nuestras emociones y sus consecuencias físicas y ESPERAR al cuerpo a que se recomponga.



Entonces, quienes expresamos por demás, somos generalmente personas que todo lo que nos atraviesa nos lo queremos sacar un poco de encima. Cualquier molestia o cualquier alegría, vamos y lo contamos, lo decimos, lo expresamos. No tenemos filtro. Somos como un canal emocional, todo lo que llega, enseguida sale.

Unx puede decir, “bueno, ¡pero está bueno expresar las emociones!” 

Sí, Raúl, pero en su justa medida. Y como dije en un mail anterior, primero la hago propia, primero me la quedo un rato, primero veo qué tiene para enseñarme a mí. Si pasa sin filtro, no hace “su trabajo” en mí. ¿Se entiende?

Pasa como por un tubo y no llegué ni a registrar de qué se trataba que ya se la lancé al otrx. Y capaz tenía mucho que revisar antes de pasar la pelota.

Los nervios, los enojos, el rencor, la alegría, la tristeza, el espanto, el miedo, la amargura. Todas las emociones se alojan en nuestro cerebro emocional y este se vincula directamente con el sistema digestivo. Es ahí, en ese centro de poder y de fuego donde SENTIMOS.

La manera en que DIGIERO mis emociones, será la manera en que mis síntomas se manifiesten o no. Retener tampoco es bueno, en tal caso. Pero eso lo dejamos para el otro grupo.


Voy a hablar particularmente del enojo que es la emoción que a mí me caracteriza.

Cuando me enojo por algo siento la necesidad imperiosa, el fuego que me quema adentro, de decirlo, expulsarlo, sacarlo de mí, ¡¡enseguida!! Cuando hago esto, el enojo no se diluye, se transforma en bronca porque lo más probable es que nunca reciba la respuesta “resolutiva” que pretendo ante una situación así. 

Muchas veces, entonces, intento detener ese fuego, que no salga, que no se manifieste. Pero sigo enojada. Se me nota en la cara, en las expresiones corporales, en mis silencios. Por ende, también lo estoy manifestando. Ese enojo, en vez de diluirse, se incrementa.

Ahora bien, he probado (si Mabel, vengo probando mil técnicas de gestión del enojo) que cuando aparezca el enojo, entender de dónde viene, volverlo a mí, integrar el aprendizaje y luego, entonces, ponerme a hacer otra cosa que me “distraiga”. No me quedo rumiando en la emoción, sino que la libero con alguna actividad creativa, una vez que entendí su propósito.

Claro, ¡no siempre me sale bien esto!


Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con los síntomas físicos?

En mi caso, cuando el enojo se asienta y/o se incrementa, se me explota el hígado y me atacan fuertemente los nervios cervicales que están conectados con este órgano. El hígado, que tiene la función de FILTRAR los nutrientes de los alimentos, se abatata, no puede, no sabe por dónde y hay todo un proceso biológico que se produce de liberación excesiva de bilis que es medio embole, pero eso hace que me den hermosos ataques hepáticos.

Claramente, esto tiene un complemento que tiene que ver con la manera en cómo me alimento. 

Pero sepamos que, por más que comamos suupppeeer sanito, si no aprendemos también a gestionar nuestras emociones, pumba, por algún lado aparece el síntoma.


El miedo es otra de las grandes emociones que se aloja en nuestro estómago (el chakra plexo solar), así como la alegría y la confianza, también.

¡¡Y los nervios!! Cuántas veces habré escuchado a la bruja sabia de mi madre contestar ante algún síntoma de descompostura “Esos son nervios”. Siempre, todo dolor de panza, para ella, era producto de nervios. 

Y sí, porque, aunque los nervios pueden ser de mil maneras y a veces no los distinguimos como tal, cuando estamos en situación de estrés, el cerebro primitivo activa ciertas funciones biológicas y desactiva otras tantas para procurarnos la supervivencia.

En cuanto al estómago, lo restringe, lo endurece para no tener hambre porque necesitamos la energía para huir o luchar. Esto, según nuestro cerebro primitivo que es el que se alerta ante situaciones de estrés. El estrés puede estar causado por miedo, enojo, desilusión, frustración, nervios propiamente dichos (es sumamente subjetivo, porque, como toda emoción proviene de la interpretación del entorno).


En el diccionario de biodescodificación, los problemas hepáticos se relacionan directamente con la rabia, ira, indignación y agresividad.

Los problemas del estómago propiamente se relacionan con la incapacidad de digerir. 

La diarrea, por ejemplo, tiene que ver con la incapacidad física/emocional de asimilar y aceptar lo que llega. Por lo contrario, el cuerpo rechaza sin digerir.

Y así, pueden existir innumerables síntomas que tengan que ver con vos, con tu físico, con tu composición biológica y tu manera de interpretar el entorno: tus emociones.

Si sos de expresar demasiado todo lo que te pasa sin filtro, si sos de sacar todo lo que llega de vos sin digerir, pero no te pasa nada de esto. Está bien. Hacé consciente lo que sí te sucede.



Ahora bien, aquellxs que no expresan demasiado o casi nada sus emociones, lxs que se guardan sus procesos, lxs que prefieren directamente no hablar. Lxs que eligen este modo o quienes no saben cómo hacerlo, generalmente tienen síntomas a nivel respiratorio.

Hay algo que quiere salir, algo que quiere ser expulsado, hay acumulación a nivel garganta que el cuerpo necesita depurar.  Y, como el cerebro racional lo controla y lo contiene, el cuerpo lo intenta sacar de una u otra manera. Entonces son personas que generalmente frecuentan resfríos, catarros, dolor de garganta, congestiones y todo lo relacionado al sistema respiratorio.

Los pulmones son los encargados de oxigenarnos, pero para eso requieren necesariamente de un intercambio de aire constante. Un ir y venir de aire para que ellos puedan cumplir la función de oxigenar la sangre. Cuando ese ir y venir más emocional se obstruye, van a producir lo necesario para manifestar cierta “expulsión”.

Desde que lo conozco a Torito está resfriado. Vive con papeles en los bolsillos para sonarse la nariz. Antes de que fuéramos nada, le dije que ese resfriado permanente en él seguro tenía que ver con algo que no estaba pudiendo decir. Me dijo que sí. Lo cierto, es que nunca dejó de estar resfriado. Siempre tiene cosas para decir que no dice. Es su elección, y hemos aprendido a convivir con eso y a adecuarnos ambos al ritmo del otrx. Yo, por demás, y él por de menos.


Conozco también un familiar cercano que vive resfriado. En ese caso, por conocerlo, creo que más allá de transitar sus emociones más profundas en silencio, tiene dolores enquistados que no ha logrado liberar. En ese caso, hay heridas de la infancia que aún no se han hecho conscientes para poder transitarlas, entenderlas, oxigenarlas, darles lugar y expresarlas. Dolores, enojos, angustias que aún siguen atragantados sin ver espacio para salir. Entonces, el cuerpo manifiesta resfrío constante.


En el diccionario de biodescodificación, por ejemplo, mencionan a la bronquitis como falta de comunicación o silencio.

El dolor de garganta, como furia que impide hablar o miedo a hacerlo.

La inflamación o irritación de garganta es la incapacidad de expresarse, represión constante del enojo.


Y acá me atrevo a hacer otra generalidad: aquellas personas que tienen mayor dificultad para expresar sus emociones suelen “obstruir” aún más sus canales, por ejemplo, fumando o comiendo o, también, hablando de todo tipo de cosas que no tenga que ver con su propia vulnerabilidad.


Los síntomas de estos dos grupos pueden resultar en situaciones ocasionales, transitorias. ¿Qué significa? Que quizá nunca fui así y ahora lo estoy siendo. Eso puede tener que ver con el entorno y con las personas con las que nos estamos rodeando. Así que, observación consciente a eso también.


No hay una postura mejor que la otra. Claro que no. Hay maneras de aprender a transitar las emociones que pueden desaprenderse.

Unxs por demás y otrxs por de menos. La clave, siempre, será la búsqueda del equilibrio y lo que me haga bien a MI.

Ni sacar la emoción apenas llega ni no sacarla nunca.

También puede pasarte que sos de expresar mucho tus emociones y te duelen las rodillas; o no expresas casi nada y te duele la espalda. 

A ver, estas son generalidades y nada de este texto tiene que ver con determinar diagnósticos clínicos. Si te duele el estómago, andá al médico, por favor.


Mi principal interés es hacer ver que lo que nos sucede a nivel emocional, de una u otra manera, se manifiesta en el cuerpo. Y es prudente llevar eso a la consciencia.


El otro día pensaba algo así como que la curación en sí misma no existe

En realidad, creo que no hay curación sin sanación.

El término curación refiere a aplicar tratamientos o remedios a un otrx para eliminar su enfermedad y recuperar su salud. Es cuando nos disponemos a que un profesional (médico, terapeuta, etc.) nos acompañe en el proceso de curación con diversas técnicas y suplementos.

Pero, si cada vez que tengo un síntoma, me pongo en manos de un otrx para que me cure y no hago NADA para activar mi propia consciencia al respecto, pff de nada sirve. Ese síntoma volverá a manifestarse de la misma u otra manera. 

La sanación es nuestra responsabilidad, la sanación es un proceso subjetivo de recuperación integral del bienestar físico, mental y emocional. Y tiene que ver, fundamentalmente, con hacer consciente el síntoma, entender su raíz, su sentido, su para que, su aprendizaje para que entonces, desaparezca. Hacerme cargo de lo que me pasa.

Entonces, es un COMPLEMENTO entre el acompañamiento que recibimos de otrxs para nuestra curación física y el proceso de sanación del que nos hacemos responsables para integrar el aprendizaje y que el síntoma no vuelva a aparecer.

Porque si algo vengo aprendiendo y me queda muy claro por mi experiencia y la de mucha gente, es que “NADA NUNCA SE VA HASTA QUE NOS HAYA ENSEÑADO LO QUE NECESITAMOS SABER” (Pema Chödrön). Ni un vínculo, ni un lugar, ni una situación, ni un trabajo, ni un desafío, ni un síntoma.


Natalia Massaferro.


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